En 1879 Chile tenía una superficie de 576 mil kilómetros cuadrados, pero en la mal llamada Guerra del Pacífico que se inició ese año y finalizó en 1883 creció al apoderarse de 180.000 km2 pertenecientes a Bolivia y Perú. Este último perdió las extensas provincias de Tarapacá y Arica y el primero la de Antofagasta cuyo territorio limitaba con el mar Pacífico. Esa guerra de conquista propiciada por una pujante y agresiva burguesía chilena y que contó con el respaldo económico de Inglaterra, potencia imperial de la época, es la causa primaria del enclaustramiento boliviano, cuya reivindicación marítima se renueva en estos días finales de 2003. Algo que pasa, del sofisma al cinismo, es el "argumento" invocado, entre otros, por Augusto Pinochet, de que Bolivia nunca tuvo mar. Hechos históricos, léase confirmados, contradicen de plano tal planteamiento. Bolivia se independizó en 1825 y en 1829 el presidente Andrés Santa Cruz fundó la provincia de Antofagasta y en seguida la ciudad-puerto del mismo nombre. Hasta la mencionada guerra, Chile limitaba al norte con Bolivia, aunque es verdad que, desierto de Atacama (132.000 km2) de por medio, las fronteras eran imprecisas y es por ello que en 1866 se firma entre ambos países un tratado de límites por el cual Chile reconoce la soberanía boliviana en la región de Antofagasta y se fija el límite septentrional (para Chile) en el paralelo 24. El conflicto que estalló un siglo y cuarto atrás, debió, en puridad, llamarse Guerra del Salitre y del Guano (estiércol de aves) ya que fueron empresas chilenas las que comenzaron la explotación de ambos productos (apreciados fertilizantes) en territorios bolivianos y peruanos. Fue la imposición de impuestos y el peligro de una expropiación de las industrias chilenas, lo que desató realmente las acciones bélicas. Se trató, entonces, de un ataque invasor que en Chile se convertiría, por obra y gracia de la propaganda, en una "guerra patriótica". ¿Por que ese calificativo? Que los soldados chilenos pelearon con bravura es una verdad, pero también es cierto que lo hicieron- sin quererlo- para defender los intereses de los multimillonarios de la época. Al margen de que Chile incrementó su territorio, el gran beneficiado con la explotación del nitrato de sodio (salitre) fue el imperialismo inglés. Después de la guerra, los capitalistas británicos compraron depreciados bonos emitidos por el gobierno de Perú y adquirieron así nuevos yacimientos. John Thomas North fue motejado como el "rey del salitre", y lo era, ya que en 1886 controlaba el 70 por ciento de esa riqueza teóricamente ahora chilena. La guerra comenzó el 14 de febrero de 1879 precisamente en territorio boliviano y con la ocupación de Antofagasta por tropas chilenas trasladadas por vía marítima. Tan pronto como en 1880 se firmó entre Bolivia y Chile un Tratado de Tregua y en 1904 el denominado Tratado de paz, por el cual Chile se quedó con la provincia de Antofagasta y Bolivia perdió su litoral. Es claro que, vencida, esa cláusula le fue impuesta con el poderoso argumento de las armas, Santiago Carrillo dixit. Chile pudo de esa manera limitar al Norte con el Perú y en eso fue previsor pues Lima jamás ha renunciado a la eventualidad de recuperar los que fueron sus territorios sureños. Esos son los factores históricos que le dan poderosa fuerza moral a Bolivia para deshacer algo que se impuso por la fuerza. Mas, tampoco se puede satanizar a Chile si rememoramos que en la segunda mitad del siglo XIX la mayoría de las naciones europeas tenía colonias en todos los continentes luego de haber agredido y ocupado a centenares de naciones sin ninguna justificación ética, como no fuera la falsedad mayor de "civilizar" y cristanizar. Es asimismo el tiempo en que Estados Unidos se ha apoderado de la mitad del territorio de México restándole nada menos que dos millones de km2. La guerra era admitida como un método normal y apropiarse de lo ajeno regía en aquella suerte de desorden internacional. En Shangay, China, ocho naciones habían construido instalaciones en el puerto y en la entrada del recinto habían colocado un letrero ominoso: "Prohibido el ingreso de chinos y perros"... Todo aquello era practicado por naciones que se decían "democráticas" y los nacientes países latinoamericanos procuraban imitarlas. Cerca del fin de año aún permanece en los medios políticos y periodísticos chilenos la tempestad que desató en noviembre pasado el presidente venezolano Hugo Chávez cuando dijo "sueño con bañarme en una playa de Bolivia", frase de corte metafórico que fue un claro respaldo a la reivindicación boliviana de recuperar su litoral en el Pacífico. Como Chávez habló en la Cumbre Iberoamericana efectuada en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra y en presencia del presidente chileno Ricardo Lagos, el gobierno de este último, se molestó de tal manera que llamó a su embajador en Caracas e insinuó hasta un congelamiento de las relaciones diplomáticas. Chávez, empero, mantuvo la calma y en diciembre en su programa radial "Aló Presidente", proclamó en dos ocasiones que Chile le quitó el mar a Bolivia mediante una guerra. "Bolivia tuvo mar y tiene derecho al mar y Chile no debe desfigurar una verdad histórica", afirmó. Después de Chávez, la demanda boliviana ha recibido el respaldo del ex presidente yanqui Jimmy Carter, del propio secretario general de la ONU, Kofi Annan y del canciller de Brasil, Celso Amorim quien adujo que si bien es un problema bilateral, lo es también de interés regional. "Preocupa avance boliviano. Bolivia y Venezuela complican a canciller" escribe el 24 de diciembre el diario chileno "El Mercurio", el cual reconoce que la tesis oficial de Santiago de que "no hay problemas pendientes con Bolivia" se está desmoronando. Aunque tozuda, la postura chilena es de extrema debilidad y por ello teme a que el problema se internacionalice, sobre todo en una etapa como la actual en que Chile es observado como un país que sólo mira hacia Estados Unidos y Europa y abandona cualquier esfuerzo integracionista regional. No se olvida la cancillería chilena que hay antecedentes favorables a Bolivia. En 1979 -al cumplirse el centenario de la guerra- la Organización de Estados Americanos (OEA) respaldó la salida al mar por 25 votos a favor y en contra el solitario de Chile. En 1983, los cancilleres del Movimientos de los No Alineados apoyaron, de nuevo, sin vacilaciones la petición de La Paz. Como es sabido, las relaciones diplomáticas entre Santiago y La Paz están rotas desde 1962 (con una reanudación breve durante las dictaduras de Pinochet y Banzer), pero ello es sólo una de las secuelas de la Guerra del Salitre, ya que son frecuentes los conflictos con Perú, incluidos los espionajes mutuos. El anuncio de una alianza estratégica entre Brasil y Argentina es ahora, en vísperas del 2004, un golpe sin defensa por parte de Chile, que emerge como un recalcitrante "yes man" de Washington en un periodo en que se constatan relevantes cambios políticos en la geografía del subcontinente latinoamericano.
LA MAL LLAMADA GUERRA DEL PACIFICO SU VERDADERO NOBRE ES *LA GUERRA DEL GUANO Y EL SALITRE* POR QUE FUE UNA GUERRA DE RAPIÑA DEL IMPERIO INGLES Y CHILE CONTRA EL PERU
miércoles, 4 de julio de 2007
Inglaterra usó a Chile contra el Perú
Inglaterra usó a Chile contra el Perú
La Guerra del Guano y del Salitre (1879-1883)Si epopeya significa, según la Real Academia de la Lengua, “conjunto de hechos gloriosos dignos de ser cantados épicamente”, la Guerra del Guano y del Salitre de 1879, mal llamada “guerra del Pacífico”, no puede tener ese carácter porque simplemente fue de rapiña. Y es que Inglaterra utilizó a Chile contra el Perú para apropiarse de riquezas salitreras que no eran suyas. Desde esta perspectiva, la sanguinaria ocupación chilena en el Perú no puede ser heroica ni tener contornos de epopeya. No lo decimos solo nosotros, los peruanos, sino historiadores de la talla del inglés Sir Clement Markham, quien escribió cientos de páginas de aquella bestialidad, con apoyo inglés, que llevó “su afán de despojo y confiscación a límites nunca sobrepasados”. “En todo lo cual –subraya el autor– se ve el efecto desmoralizador de una política de gloria militar y de conquista”.Por eso que este buen señor Markham auguró que el pueblo peruano, más allá de su quebranto, con seguridad se levantaría de las ruinas. En cambio lo que Chile obtuvo por la fuerza del despojo le sería siempre nociva. Dicho de otra forma, cualquier heroísmo que pudieran haber derrochado los sureños se devaluó con aquella sangrienta e ignominiosa ocupación que el Perú jamás olvidará.La guerra de 1879 de Chile contra Perú y Bolivia fue preparada en efecto por Inglaterra en apoyo de sus empresas o Casas Gibbs y North, que fueron las beneficiarias en la explotación del salitre arrebatado a peruanos y bolivianos. "En esta guerra Inglaterra envió 7 acorazados que estuvieron frente a la costa peruano-chilena, que si bien se mantuvieron "neutrales", intervendrían si Chile perdía la guerra", dice Santiago Paulovic (*).El jefe marino de las fuerzas chilenas, Patricio Lynch, sirvió 15 años en el ejército británico, participando incluso en la guerra del opio, nos recuerda por su parte el peruanista mapochino Pedro Godoy.Los uniformes chilenos fueron confeccionados con tela inglesa, los fusiles usados por soldados chilenos eran ingleses, los barcos y armas chilenas fueron vendidas por Inglaterra a precios simbólicos.¿Neutralidad?Inglaterra, recuerda en otro momento Paulovic, bloqueó la venta de armas a Perú y presionó a otros países en la misma dirección. Perú mandó construir dos acorazados en Alemania, el "Sócrates" y el "Diógenes", pero al pasar por el puerto británico de Southampton fueron detenidos, en aplicación de las leyes británicas de "neutralidad"; sin embargo en plena guerra dejaron salir a un barco chileno, construido obviamente por los ingleses, tal como fue publicado en el diario norteamericano New York Herald.Es más, ya en 1868, es decir once años antes de la guerra, Chile hacía gestiones secretas con el enemigo de entonces, España, apenas concluida la guerra en la que Perú triunfó, defendiendo incluso a Chile, para la adquisición de los barcos "Chacabuco" y "O’Higgins", que deberían ser sacados de sus astilleros por los ingleses.Posteriormente, como ya es sabido, entre 1874 y 1875, Chile encarga a Inglaterra la construcción de otros dos modernos acorazados, con el agravante que en la sesión secreta del Congreso chileno del 2 de abril de 1879, se dejó constancia que los "preparativos para la guerra fueron organizados con mucha anticipación", es decir en 1868, teniendo el Estado chileno plena certeza de la superioridad de su marina frente a la peruana que estaba "en un estado lastimoso de abandono".Tanto Inglaterra como Alemania, y en menor medida Francia, apoyaban a Chile, lo que incomodaba a Estados Unidos. Por eso es que en abril de 1882 el secretario de Estado norteamericano James Blaine, como lo publicó LA RAZÓN, ante la comisión de relaciones exteriores del Congreso norteamericano dijo estas memorables palabras: "La guerra del Pacífico es una guerra inglesa contra el Perú con Chile como instrumento".Hay otras versiones no desmentidas que sostienen que el presidente norteamericano James Abram Garfield (1831-1881), por entonces opuesto a la entrega de territorio peruano a Chile, porque esto beneficiaba a Inglaterra, envío la fragata Lackawanna a la bahía de Arica para que un emisario suyo entable conversaciones de paz con los representantes de Perú, Chile y Bolivia, sin concretar sus propósitos.Pero antes, según Paulovic, "ocurrió el ‘oportuno’ asesinato del presidente Garfield, y su sucesor se desentendió del problema. Dicen que extrañamente los documentos a los interrogatorios del asesino Charles Guiteau ‘se perdieron’".PirateríaPara que esto sucediera, años atrás, el estratega chileno Diego Portales tuvo que destruir, ¡con apoyo de peruanos!, en la primera guerra con Chile, en la batalla de Yungay (1839), la Confederación Peruano-Boliviana impulsada por ese gran visionario que fue el general Andrés de Santa Cruz Calahuama. Y tres años antes (1836), sin previa declaratoria de guerra, el mismo mercader Portales ordenó por sorpresa el asalto y captura de la flota más poderosa del Pacífico de entonces, la del Perú confederado, en un típico acto de piratería que la historia oficial ha olvidado.El cholo Andrés de Santa Cruz había tratado de cumplir, bajo el ropaje de un guerrero de los Andes, de un Manco Inca del siglo XIX, la misión integradora de su tiempo: restaurar, en un nuevo estadio del desarrollo histórico, la unidad pan-andina que se había perdido con el colapso del imperio de los incas, objetivo vital que tanto el ideario de Bolívar cuanto el nuevo expansionismo portaliano tenían que socavar y/o liquidar, cada uno en su tiempo y a su manera: uno con la piratería y otro creando el Estado artificial de Bolivia.Eran años en que la llamada "anarquía militar" de los guerreros se agotaba primero con Santa Cruz, luego con la muerte del último caudillo de esa época, Ramón Castilla, para dar pase al civilismo mercantil capitalino y costeño, que toma el poder para enriquecerse con las riquezas del guano y para dar pase a esa era de orgía de dispendio en 1872, a escasos siete años de la aciaga guerra, cuando esta casta dominante en la práctica licencia al Ejército y a la Marina, mientras en el país del sur se armaba, siempre con apoyo inglés, desde 1868, como señalamos líneas atrás, es decir once años antes del estallido del conflicto.Es curioso como la historia oficial se esfuerza en ocultar la responsabilidad de líder político de los mercaderes del guano, el civilista Manuel Pardo, que desoyó las previsiones de Castilla ("si Chile compra un barco, Perú debe comprar dos"), destruyó y persiguió al Ejército, debilitó su ancestral espíritu guerrero, expuso a la patria a merced del expansionismo chileno que buscó pretextos, orquestados en efecto desde Gran Bretaña, para iniciar su guerra de rapiña que ahora pinta de "epopeya".TraidoresEn la Guerra del Guano y del Salitre (1879-1883) ese civilismo limeño se pintó en su verdadera faceta. También los personajes tipo Mariano Ignacio Prado, quien era presidente al inicio de la guerra, pero ante los primeros fracasos, un 19 de diciembre de 1879, se fue a Europa, con el pretexto de comprar armas, llevándose un cuantioso botín de dinero, joyas y objetos de valor recolectado por las Damas de Lima para la defensa del país. Regresó en 1887, sin dar cuenta del dinero y joyas para las armas. Estos detalles poco a poco va "olvidando" la historia oficial, la que sí resalta el papel de uno de sus hijos, que fuera presidente del Perú dos veces: Manuel Prado Ugarteche.Hubo también un coronel EP, Carlos Agustín Belaúnde, improvisado militar pierolista a quien dieron grado de coronel, el mismo que cuando los oficiales de Arica decidieron la defensa de la plaza por unanimidad, fue el único que se opuso con vehemencia. La historia cuenta que por este comportamiento, don Francisco Bolognesi dispuso su arresto y fue llevado preso al monitor "Manco Cápac", pero antes de la batalla de Arica logró desertar con destino a Moquegua. Uno de sus descendientes sería también presidente dos veces en la segunda mitad del siglo XX.El "Taita" CáceresQuien salvó el honor nacional, en palabras de los mismos chilenos y de historiadores de otras latitudes, fue el caudillaje del coronel Andrés Avelino Cáceres Dorregaray, el "Taita" Cáceres, de actuar brillante en la campaña de Tarapacá al mando de la II División del Ejército del Sur. Combatió en la siguiente campaña de Moquegua, y luego en la de Lima, nuevamente como jefe divisionario, con el mismo rango de coronel. Y es que el grado de general sólo le fue otorgado por la Asamblea de Arequipa, a fines de 1882, siendo vicepresidente provisional don Lizardo Montero.Los soldados de Cáceres, demás está decir, peleaban con machetes, lanzas, garrotes, piedras y unos pocos con fusiles anticuados. Eran las montoneras y las guerrillas de miles de indios pobres que lo acompañaban al "Taita" en la inmensidad de la cordillera. De los varios ejércitos que formara, la mayoría de sus hombres murieron en su ley, por el Perú. Y con seguridad que el último de sus ejércitos, derrotado con la complicidad de traidores en Humachuco, se hubiera recompuesto, y habría marchado sobre Lima, inexorable, si no fuera porque los chilenos calcularon que prolongar la ocupación era arriesgar el pellejo y obligaron a sus títeres –Iglesias en primer término- a la firma del ignominioso tratado de Ancón.¿Qué había pasado en el ínterin de la guerra? Que en el curso de la conflagración el espíritu guerrero de los Andes, encarnado en Cáceres, había desplazado al mercantilismo costeño disfrazado políticamente de civilismo.La reconstrucción"Finalizada la contienda, fue restaurada la Constitución de 1860 redactada por los discípulos del gran líder conservador Bartolomé Herrera, con su promesa de equilibro, y los empobrecidos mercaderes del campo y la ciudad fueron convocados para sumarse a la obra de la Reconstrucción Nacional. Pero cuando el país había sido saneado de las pesadas reparaciones de la guerra, el alma mercantil en falencia quiso asaltar nuevamente las arcas del Estado y copar el poder para repartirse los pocos dividendos de la convaleciente República", dice Fernán Altuve en cierta parte de su obra "La democracia fuerte".Pero al final de la guerra no se diga que a Chile le fue de maravillas. Recuérdese que el presidente Juan Manuel Balmaceda quiso nacionalizar el salitre arrebatado a Perú y Bolivia, pero los intereses británicos le organizaron una guerra civil con el general Estanislao del Canto, que había combatido contra el Perú, desangrando a su país, y el mismo Balmaceda terminó suicidándose. Como se ve, ni Chile disfrutó del salitre, el único beneficiario fue Inglaterra. Así pagaron los ingleses a la felonía chilena.
La Guerra del Guano y del Salitre (1879-1883)Si epopeya significa, según la Real Academia de la Lengua, “conjunto de hechos gloriosos dignos de ser cantados épicamente”, la Guerra del Guano y del Salitre de 1879, mal llamada “guerra del Pacífico”, no puede tener ese carácter porque simplemente fue de rapiña. Y es que Inglaterra utilizó a Chile contra el Perú para apropiarse de riquezas salitreras que no eran suyas. Desde esta perspectiva, la sanguinaria ocupación chilena en el Perú no puede ser heroica ni tener contornos de epopeya. No lo decimos solo nosotros, los peruanos, sino historiadores de la talla del inglés Sir Clement Markham, quien escribió cientos de páginas de aquella bestialidad, con apoyo inglés, que llevó “su afán de despojo y confiscación a límites nunca sobrepasados”. “En todo lo cual –subraya el autor– se ve el efecto desmoralizador de una política de gloria militar y de conquista”.Por eso que este buen señor Markham auguró que el pueblo peruano, más allá de su quebranto, con seguridad se levantaría de las ruinas. En cambio lo que Chile obtuvo por la fuerza del despojo le sería siempre nociva. Dicho de otra forma, cualquier heroísmo que pudieran haber derrochado los sureños se devaluó con aquella sangrienta e ignominiosa ocupación que el Perú jamás olvidará.La guerra de 1879 de Chile contra Perú y Bolivia fue preparada en efecto por Inglaterra en apoyo de sus empresas o Casas Gibbs y North, que fueron las beneficiarias en la explotación del salitre arrebatado a peruanos y bolivianos. "En esta guerra Inglaterra envió 7 acorazados que estuvieron frente a la costa peruano-chilena, que si bien se mantuvieron "neutrales", intervendrían si Chile perdía la guerra", dice Santiago Paulovic (*).El jefe marino de las fuerzas chilenas, Patricio Lynch, sirvió 15 años en el ejército británico, participando incluso en la guerra del opio, nos recuerda por su parte el peruanista mapochino Pedro Godoy.Los uniformes chilenos fueron confeccionados con tela inglesa, los fusiles usados por soldados chilenos eran ingleses, los barcos y armas chilenas fueron vendidas por Inglaterra a precios simbólicos.¿Neutralidad?Inglaterra, recuerda en otro momento Paulovic, bloqueó la venta de armas a Perú y presionó a otros países en la misma dirección. Perú mandó construir dos acorazados en Alemania, el "Sócrates" y el "Diógenes", pero al pasar por el puerto británico de Southampton fueron detenidos, en aplicación de las leyes británicas de "neutralidad"; sin embargo en plena guerra dejaron salir a un barco chileno, construido obviamente por los ingleses, tal como fue publicado en el diario norteamericano New York Herald.Es más, ya en 1868, es decir once años antes de la guerra, Chile hacía gestiones secretas con el enemigo de entonces, España, apenas concluida la guerra en la que Perú triunfó, defendiendo incluso a Chile, para la adquisición de los barcos "Chacabuco" y "O’Higgins", que deberían ser sacados de sus astilleros por los ingleses.Posteriormente, como ya es sabido, entre 1874 y 1875, Chile encarga a Inglaterra la construcción de otros dos modernos acorazados, con el agravante que en la sesión secreta del Congreso chileno del 2 de abril de 1879, se dejó constancia que los "preparativos para la guerra fueron organizados con mucha anticipación", es decir en 1868, teniendo el Estado chileno plena certeza de la superioridad de su marina frente a la peruana que estaba "en un estado lastimoso de abandono".Tanto Inglaterra como Alemania, y en menor medida Francia, apoyaban a Chile, lo que incomodaba a Estados Unidos. Por eso es que en abril de 1882 el secretario de Estado norteamericano James Blaine, como lo publicó LA RAZÓN, ante la comisión de relaciones exteriores del Congreso norteamericano dijo estas memorables palabras: "La guerra del Pacífico es una guerra inglesa contra el Perú con Chile como instrumento".Hay otras versiones no desmentidas que sostienen que el presidente norteamericano James Abram Garfield (1831-1881), por entonces opuesto a la entrega de territorio peruano a Chile, porque esto beneficiaba a Inglaterra, envío la fragata Lackawanna a la bahía de Arica para que un emisario suyo entable conversaciones de paz con los representantes de Perú, Chile y Bolivia, sin concretar sus propósitos.Pero antes, según Paulovic, "ocurrió el ‘oportuno’ asesinato del presidente Garfield, y su sucesor se desentendió del problema. Dicen que extrañamente los documentos a los interrogatorios del asesino Charles Guiteau ‘se perdieron’".PirateríaPara que esto sucediera, años atrás, el estratega chileno Diego Portales tuvo que destruir, ¡con apoyo de peruanos!, en la primera guerra con Chile, en la batalla de Yungay (1839), la Confederación Peruano-Boliviana impulsada por ese gran visionario que fue el general Andrés de Santa Cruz Calahuama. Y tres años antes (1836), sin previa declaratoria de guerra, el mismo mercader Portales ordenó por sorpresa el asalto y captura de la flota más poderosa del Pacífico de entonces, la del Perú confederado, en un típico acto de piratería que la historia oficial ha olvidado.El cholo Andrés de Santa Cruz había tratado de cumplir, bajo el ropaje de un guerrero de los Andes, de un Manco Inca del siglo XIX, la misión integradora de su tiempo: restaurar, en un nuevo estadio del desarrollo histórico, la unidad pan-andina que se había perdido con el colapso del imperio de los incas, objetivo vital que tanto el ideario de Bolívar cuanto el nuevo expansionismo portaliano tenían que socavar y/o liquidar, cada uno en su tiempo y a su manera: uno con la piratería y otro creando el Estado artificial de Bolivia.Eran años en que la llamada "anarquía militar" de los guerreros se agotaba primero con Santa Cruz, luego con la muerte del último caudillo de esa época, Ramón Castilla, para dar pase al civilismo mercantil capitalino y costeño, que toma el poder para enriquecerse con las riquezas del guano y para dar pase a esa era de orgía de dispendio en 1872, a escasos siete años de la aciaga guerra, cuando esta casta dominante en la práctica licencia al Ejército y a la Marina, mientras en el país del sur se armaba, siempre con apoyo inglés, desde 1868, como señalamos líneas atrás, es decir once años antes del estallido del conflicto.Es curioso como la historia oficial se esfuerza en ocultar la responsabilidad de líder político de los mercaderes del guano, el civilista Manuel Pardo, que desoyó las previsiones de Castilla ("si Chile compra un barco, Perú debe comprar dos"), destruyó y persiguió al Ejército, debilitó su ancestral espíritu guerrero, expuso a la patria a merced del expansionismo chileno que buscó pretextos, orquestados en efecto desde Gran Bretaña, para iniciar su guerra de rapiña que ahora pinta de "epopeya".TraidoresEn la Guerra del Guano y del Salitre (1879-1883) ese civilismo limeño se pintó en su verdadera faceta. También los personajes tipo Mariano Ignacio Prado, quien era presidente al inicio de la guerra, pero ante los primeros fracasos, un 19 de diciembre de 1879, se fue a Europa, con el pretexto de comprar armas, llevándose un cuantioso botín de dinero, joyas y objetos de valor recolectado por las Damas de Lima para la defensa del país. Regresó en 1887, sin dar cuenta del dinero y joyas para las armas. Estos detalles poco a poco va "olvidando" la historia oficial, la que sí resalta el papel de uno de sus hijos, que fuera presidente del Perú dos veces: Manuel Prado Ugarteche.Hubo también un coronel EP, Carlos Agustín Belaúnde, improvisado militar pierolista a quien dieron grado de coronel, el mismo que cuando los oficiales de Arica decidieron la defensa de la plaza por unanimidad, fue el único que se opuso con vehemencia. La historia cuenta que por este comportamiento, don Francisco Bolognesi dispuso su arresto y fue llevado preso al monitor "Manco Cápac", pero antes de la batalla de Arica logró desertar con destino a Moquegua. Uno de sus descendientes sería también presidente dos veces en la segunda mitad del siglo XX.El "Taita" CáceresQuien salvó el honor nacional, en palabras de los mismos chilenos y de historiadores de otras latitudes, fue el caudillaje del coronel Andrés Avelino Cáceres Dorregaray, el "Taita" Cáceres, de actuar brillante en la campaña de Tarapacá al mando de la II División del Ejército del Sur. Combatió en la siguiente campaña de Moquegua, y luego en la de Lima, nuevamente como jefe divisionario, con el mismo rango de coronel. Y es que el grado de general sólo le fue otorgado por la Asamblea de Arequipa, a fines de 1882, siendo vicepresidente provisional don Lizardo Montero.Los soldados de Cáceres, demás está decir, peleaban con machetes, lanzas, garrotes, piedras y unos pocos con fusiles anticuados. Eran las montoneras y las guerrillas de miles de indios pobres que lo acompañaban al "Taita" en la inmensidad de la cordillera. De los varios ejércitos que formara, la mayoría de sus hombres murieron en su ley, por el Perú. Y con seguridad que el último de sus ejércitos, derrotado con la complicidad de traidores en Humachuco, se hubiera recompuesto, y habría marchado sobre Lima, inexorable, si no fuera porque los chilenos calcularon que prolongar la ocupación era arriesgar el pellejo y obligaron a sus títeres –Iglesias en primer término- a la firma del ignominioso tratado de Ancón.¿Qué había pasado en el ínterin de la guerra? Que en el curso de la conflagración el espíritu guerrero de los Andes, encarnado en Cáceres, había desplazado al mercantilismo costeño disfrazado políticamente de civilismo.La reconstrucción"Finalizada la contienda, fue restaurada la Constitución de 1860 redactada por los discípulos del gran líder conservador Bartolomé Herrera, con su promesa de equilibro, y los empobrecidos mercaderes del campo y la ciudad fueron convocados para sumarse a la obra de la Reconstrucción Nacional. Pero cuando el país había sido saneado de las pesadas reparaciones de la guerra, el alma mercantil en falencia quiso asaltar nuevamente las arcas del Estado y copar el poder para repartirse los pocos dividendos de la convaleciente República", dice Fernán Altuve en cierta parte de su obra "La democracia fuerte".Pero al final de la guerra no se diga que a Chile le fue de maravillas. Recuérdese que el presidente Juan Manuel Balmaceda quiso nacionalizar el salitre arrebatado a Perú y Bolivia, pero los intereses británicos le organizaron una guerra civil con el general Estanislao del Canto, que había combatido contra el Perú, desangrando a su país, y el mismo Balmaceda terminó suicidándose. Como se ve, ni Chile disfrutó del salitre, el único beneficiario fue Inglaterra. Así pagaron los ingleses a la felonía chilena.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)